Por Pablo Vicente
Santo Domingo.- En la República Dominicana, el ejercicio del periodismo y la comunicación ha evolucionado hasta convertirse en un espectáculo en sí mismo. Lo que antes era la labor de informar y analizar los hechos ha dado paso, en muchos casos, a la confrontación pública entre comunicadores, donde los debates dejan de girar en torno a los temas de interés nacional y pasan a ser una batalla de egos y descalificaciones personales.
No es raro ver titulares y tendencias en
redes sociales protagonizados no por políticos o figuras del acontecer
nacional, sino por los propios periodistas y comentaristas, que convierten
diferencias de opinión en verdaderas guerras mediáticas. Lo que inicia como un
simple debate sobre un tema coyuntural puede escalar rápidamente a ataques
directos, insultos y descalificaciones, transmitidos en vivo y multiplicados en
las plataformas digitales.
Si bien la polémica ha sido siempre
parte de la comunicación, en los últimos años ha tomado un giro más personal y
agresivo. Antes, los comunicadores debatían ideas con firmeza, pero manteniendo
cierto nivel de respeto profesional. Ahora, en muchos espacios, las discusiones
parecen diseñadas más para generar morbo y audiencia que para aportar contenido
de valor.
Este fenómeno se ha visto potenciado por
la influencia de las redes sociales. La necesidad de captar la atención en un
entorno donde la información se consume de manera rápida y fragmentada ha
llevado a algunos comunicadores a adoptar un estilo más confrontativo y
provocador. Ya no basta con analizar los hechos; ahora es casi obligatorio
generar polémica para mantenerse relevante.
El problema no es solo la banalización
del debate público, sino el daño que este tipo de enfrentamientos causa en la
credibilidad del periodismo y la comunicación. Cuando los periodistas se
convierten en el centro de la noticia por sus conflictos personales, el foco se
desvía de los temas realmente importantes para la sociedad. En lugar de
discutir sobre corrupción, inseguridad, educación o economía, el país se
entretiene con los pleitos entre figuras mediáticas.
Además, esta tendencia afecta la
percepción del periodismo como un pilar de la democracia. En un contexto donde
la polarización política ya es un problema serio, la confrontación entre
comunicadores solo contribuye a aumentar la desconfianza en los medios y a
erosionar el papel del periodismo como un espacio de orientación e información
veraz.
Si bien el debate y la crítica son
elementos esenciales de la comunicación, es necesario replantear los límites
entre el análisis riguroso y el simple espectáculo. La sociedad dominicana
necesita un periodismo que fiscalice el poder, que informe con objetividad y
que contribuya a la formación de una ciudadanía crítica.
El reto para los comunicadores es claro:
evitar caer en la trampa del protagonismo vacío y recordar que su papel no es
ser la noticia, sino contarla con responsabilidad. La credibilidad y el respeto
se construyen con un ejercicio profesional serio, no con controversias
artificiales.
En un país con tantos desafíos por delante,
la comunicación debe ser parte de la solución, no del problema.

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