Por
Guido Gómez Mazara
Santo
Domingo.- La política
dominicana exhibe una incapacidad para saltar los episodios
traumáticos, y por el contrario, muchos de sus actores se reiteran en prácticas
y hábitos, con altísima dosis de fatalidad. Tropezar dos veces con la misma
piedra parece el común denominador de la clase partidaria.
El PRM nació
como respuesta a la irracionalidad de un pequeño sector dentro del PRD que no
entendió la nueva dinámica de la sociedad.
Además, el éxito que acompañó a la nueva
fuerza electoral fue saber aprovechar el hastío ciudadano claramente indignado
por los excesos administrativos, arrogancia y desdén por los parámetros éticos.
Ahora bien, construir resultados favorables obliga a la fuerza
victoriosa en la asunción de posturas que no pueden calcar comportamientos
incorrectos asociados a la franja derrotada. La noción de cercanía combinada
con colocar los oídos en el corazón de la gente debe construir una regla
esencial capaz de garantizar estilos desde el poder opuestos a aquellos de los
hoy desplazados del control del aparato gubernamental.
En los gobiernos del PLD se pensó que la
mayoría electoral permitía imponerse frente al resto de la sociedad. De ahí la
fascinación por creerse en capacidad de invertir el sentido de las prioridades
nacionales sin importar la reacción cívica. Por eso, en el PRM no
podemos equivocarnos. La auténtica lección es aprender de los errores
del adversario. Por eso, no podemos irrespetar los plazos establecidos en el
ordenamiento electoral, y debemos dejar definido el reloj de las aspiraciones.
Ahora lo inteligente es apuntalar la gestión en lo social y económico, haciendo
del crecimiento, estabilidad, control de la inflación, inversión extranjera y
ocupación laboral, los ejes de mayor atracción.
Ponernos locos adelantando legítimas
aspiraciones, desenfoca la acción gubernamental e impide que la lógica de lo
colectivo se imponga como acto de racionalidad política. Ningún potencial
aspirante puede pretender alcanzar el éxito sin la unidad y una gestión oficial
en condiciones de combinar eficiencia y honestidad. Los ciudadanos llevan
registrado en el corazón el sentir útil para diferenciar a las organizaciones
con mayor potencialidad electoral, y así debemos concluir en la necesidad de
preservar lo que se considera mejor y rechazar conductas partidarias que no
llenaron sus expectativas.
Entender la lógica de actuación
ciudadana casi siempre distante de la dinámica partidaria es la fuente que
impulsa mayorías exitosas. Los condicionamientos que se ven, estructurados por
inversiones abundantes y tendentes a imponerse en la mente de la gente,
carecerán de utilidad. Al final, los inventos mediáticos amigos de aderezar las
formas simplifican la política alrededor de articular un producto que ordena
sus prioridades olvidándose de lo importante para todos. La jurisprudencia es
aleccionadora: la certeza de un político consiste en colocar sus intenciones en
la agenda del país sin pretender invertir el orden, brindando la certeza de que
lo importante es el interés de todos.

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