Redacción Internacional.- La erradicación del hambre en América Latina y el Caribe —una de las regiones con mayor producción y exportación de alimentos del mundo— es una meta posible, pero requiere decisión política, coordinación interinstitucional y una mayor inversión social. Así lo concluye un informe conjunto del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que plantea que la mayoría de los países latinoamericanos podrían eliminar el hambre con una inversión relativamente baja.
De acuerdo con el estudio titulado “¿Cuánto costaría eliminar el hambre en América Latina y el Caribe? Un enfoque simple para estimar las transferencias necesarias”, elaborado por Eugenio Díaz-Bonilla (IICA) y Tewodaj Mogues (FMI), cerca del 70 % de los países de la región necesitarían invertir menos del 1 % de su Producto Interno Bruto (PIB) adicional a lo que ya destinan a programas sociales para erradicar el hambre.
El 30 % restante, equivalente a ocho países, tendría que aumentar su inversión en un promedio del 3,59 % del PIB, siendo Haití el caso más crítico, pues requeriría alrededor del 13 % de su PIB para cubrir las necesidades básicas de su población en situación de inseguridad alimentaria.
“Muchos países en América Latina y el Caribe, aunque no todos, podrían eliminar el hambre a un costo adicional relativamente bajo”, explicó Díaz-Bonilla durante la presentación del informe. Añadió que los recursos podrían provenir de una mejor focalización del gasto público existente o de la reasignación de subsidios regresivos, sin afectar las finanzas nacionales.
El informe estima que 44 millones de personas padecen hambre en la región. En dos países la prevalencia supera el 20 %, en cinco oscila entre el 10 % y el 20 %, en diez se ubica entre el 5 % y el 10 %, en quince entre el 2,5 % y el 5 %, y en dos es inferior al 2,5 %.
El director general del IICA, Manuel Otero, destacó que la agricultura es el pilar de la seguridad alimentaria: “Sin agricultura no puede haber seguridad alimentaria. El hambre tiene una altísima correlación con la inseguridad alimentaria crónica”, subrayó. Otero instó a los gobiernos a ejercer una “voluntad política firme” que permita coordinar mejor las políticas de los ministerios de Agricultura y de Finanzas.
Según datos del IICA, una de cada cuatro toneladas de alimentos que circulan en el comercio internacional proviene de América Latina y el Caribe, lo que evidencia que la región produce suficientes alimentos para abastecer a su población y exportar. Sin embargo, el informe recalca que el desafío radica en el acceso económico: millones de personas no cuentan con ingresos suficientes para adquirir una dieta saludable.
De hecho, 182 millones de personas no pueden costear una alimentación equilibrada, y mientras 44 millones padecen hambre, 141 millones sufren obesidad, lo que refleja una doble carga de malnutrición: carencia y exceso, ambas vinculadas a desigualdades estructurales y sistemas alimentarios desequilibrados.
Durante la presentación del estudio ante el Consejo Asesor del IICA para la Transformación de los Sistemas Agroalimentarios, la exministra peruana de Desarrollo e Inclusión Social, Carolina Trivelli, subrayó que el problema no es la escasez, sino la desigualdad: “Podemos acabar con el hambre de manera directa. No es un problema de disponibilidad de alimentos, sino de acceso económico. Las familias simplemente no tienen ingresos suficientes para cubrir la canasta básica”.
El informe del IICA y el FMI concluye que la erradicación del hambre en América Latina y el Caribe es técnica y financieramente posible, pero solo se logrará con una firme voluntad política, una mejor gestión del gasto social y una visión regional que priorice la seguridad alimentaria como un derecho humano esencial y una condición para el desarrollo sostenible.
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