Cada accidente de tránsito representa una vida afectada, una familia destrozada y un dolor irreparable, ni hablar de la carga de trabajo para los tribunales de tránsito.
Por Carlos M. Fernández
Santo Domingo.- La República Dominicana ha experimentado un crecimiento acelerado en las últimas décadas, lo que ha traído consigo un aumento considerable del parque vehicular y, con ello, un incremento en los accidentes de tránsito.
Es nuestro deber como sociedad buscar soluciones efectivas y sostenibles para
mejorar la movilidad y garantizar la seguridad en nuestras calles. El tráfico
en nuestras principales ciudades, especialmente en Santo Domingo y Santiago, se
ha convertido en una de las mayores preocupaciones de la población.
La congestión vehicular no solo afecta la productividad de nuestro país, sino
que también impacta la calidad de vida de nuestros ciudadanos; horas valiosas
se pierden diariamente en los tapones, afectando la salud física y mental de
quienes deben lidiar con esta situación.
Nuestro
país ha estado en diversas ocasiones entre los países con mayor índice de
mortalidad por accidentes viales en el mundo; el exceso de velocidad, la
imprudencia al volante, la falta de educación vial y el deficiente estado de
algunas carreteras son factores determinantes en esta alarmante realidad.
Cada accidente de tránsito representa una vida
afectada, una familia destrozada y un dolor irreparable, ni hablar de la carga
de trabajo para los tribunales de tránsito y la desconfianza de los
conductores cuando deben realizar reclamos por daños y perjuicios.
Es por ello que urge tomar medidas concretas y efectivas; la educación vial
debe convertirse en una prioridad, desde las aulas escolares hasta los centros
de formación profesional. Necesitamos campañas de concienciación permanentes
que enseñen a los conductores, peatones y motociclistas la importancia de
respetar las normas de tránsito.
Además, es fundamental fortalecer la fiscalización y aplicación de la Ley 63-17
de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial; un sistema de
sanciones más riguroso y la implementación de tecnología, como cámaras de
vigilancia y semáforos inteligentes, pueden ayudar a reducir los actos de
imprudencia.
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Asimismo,
la inversión en un transporte público eficiente y moderno puede ser la clave
para descongestionar nuestras vías y disminuir la dependencia del vehículo
privado; la implementación de campañas de orientación a la población en materia
de tránsito, enfocada en generar conciencia vial, son propuestas de soluciones.
Pero, ninguna medida tendrá éxito sin el compromiso de cada uno de
nosotros; debemos asumir la responsabilidad de conducir con prudencia, respetar
las señales de tránsito y ser empáticos con los demás usuarios de la vía. La
seguridad vial es una tarea de todos y nuestras acciones diarias pueden marcar
la diferencia entre la vida y la muerte.
Hagamos de la República Dominicana un país donde el tránsito no sea sinónimo de
caos, sino de orden y seguridad y trabajemos juntos para que nuestras
calles sean espacios de movilidad eficiente y convivencia armoniosa, ya que el
cambio es posible si todos nos comprometemos a ser parte de la solución.
El autor,
licenciado Carlos M. Fernández, es periodista, locutor y abogado.



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