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Haití al filo del abismo: entre la guerra de pandillas, el desplazamiento y el delicado camino hacia las urnas

Con una ruta electoral trazada para 2026 pero dominada por el caos de la violencia, Haití enfrenta uno de sus momentos más críticos de este siglo. En foto de archivo, Fritz Alphone Jean, presidente del Consejo Presidencial de Transición (CPT) de Haití, durante su ceremonia de juramentación en la Villa d'Accueil, Puerto Príncipe, el 7 de marzo de 2025.

Por Vianelo Perdomo

Redacción Internacional.- La nación caribeña de Haití —que lleva más de cuatro años sin gobierno electo tras el asesinato del entonces presidente Jovenel Moïse en julio de 2020— ha dado un paso concreto hacia un proceso electoral. El calendario presentado por el Consejo Electoral Provisional (CEP) al Consejo Presidencial de Transición (CPT) marca la primera vuelta para el 30 de agosto de 2026, una eventual segunda el 6 de diciembre de ese año y la asunción del nuevo poder el 20 de enero de 2027.

Esta hoja de ruta coincide con un ciclo electoral que no se ve desde 2015-2016, lo que subraya la magnitud de lo que está en juego.


Las fechas previstas incluyen campaña del 15 de marzo al 29 de agosto de 2026, resultados oficiales de la primera vuelta el 3 de octubre, y —de ser necesaria— una segunda ronda junto con elecciones municipales el 6 de diciembre. Este esfuerzo pretende marcar el intento más significativo de restauración democrática en Haití tras años de vacíos institucionales.

Jimmy Cherisier, alias “Barbecue”, líder de la coalición de bandas Viv Ansanm.

Vacío institucional y colapso de la seguridad

El anuncio del calendario de elecciones llega en un momento en que Haití se encuentra en una crisis sistémica: la parálisis institucional es total, la seguridad pública se ha hundido y cientos de miles de personas han tenido que desplazarse. Las bandas armadas han extendido su control sobre amplias zonas, especialmente en el área metropolitana de Puerto Príncipe y sus alrededores.

Algunas cifras dan la medida de la gravedad: más de 16.000 personas han muerto por violencia desde 2022 y más de 1,4 millones han sido desplazadas internamente, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Diferentes agenias ofrecen cifras más altas.

En este contexto, la seguridad nacional es prácticamente inexistente: las fuerzas encargadas del orden están superadas, sobrepasadas o directamente ausentes en amplias zonas. La creación de la futura fuerza especial, la Fuerza de Eliminación de Pandillas (GSF) autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU, con hasta 5.500 efectivos por 12 meses, refleja la urgencia de recuperar el territorio que las bandas han ocupado.

El vacío institucional que vive Haití genera violenia y más violencia en sus calles.

Últimas dos semanas: novedades en el tablero haitiano

En las últimas dos semanas se han producido varios acontecimientos que ilustran la volatilidad de la situación:

El Departamento de Estado de los Estados Unidos revocó visados a un alto funcionario haitiano acusado de colaborar o hacerse con apoyo de bandas criminales, como parte de una estrategia de presión diplomática frente al caos en el país.

Una aerolínea haitiana, Sunrise Airways, canceló múltiples rutas internas tras un incidente de disparos contra una de sus aeronaves al aterrizar en Puerto Príncipe, lo que evidencia la inseguridad extrema incluso en infraestructuras críticas.

Dos ciudadanos de Texas fueron acusados por la justicia de EE.UU. por planear un golpe armado en una isla haitiana, con objetivos entre otros de matar hombres y esclavizar mujeres y niños. Este tipo de operación subraya cómo el vacío de poder en Haití atrae amenazas transnacionales de desorden.

Un reporte reciente señala que entre el 1 de julio y la fecha se registraron al menos 1.247 homicidios y 710 heridos en Haití, lo que muestra la brutalidad que persiste.

Estas señales confirman que, pese a la hoja de ruta electoral, la realidad en el terreno sigue siendo de alto riesgo y poco esperanzadora en lo inmediato.

La batalla territorial: bandas, operaciones policiales y el rol del Estado

Una de las figuras más visibles es Jimmy Cherisier, alias “Barbecue”, líder de la coalición de bandas Viv Ansanm. En un mensaje reciente, pidió a los ciudadanos no salir de sus casas luego de anunciar enfrentamientos inminentes con la policía y la fuerza internacional.

El Estado, por su parte, ha llevado a cabo operativos en zonas como Tabarre y Croix-des-Bouquets, con incautación de armamento pesado y detención de integrantes de la banda 400 Mawozo. Estas acciones forman parte de un esfuerzo por recuperar zonas claves. Sin embargo, las bandas siguen teniendo capacidad operativa, control de rutas, y pueden movilizarse con impunidad.

El escenario es de confrontación: zonas que tradicionalmente eran del Estado ahora están bajo control de grupos armados, generando desplazamientos masivos y vacíos de gobernabilidad.

Emergencia humanitaria y migratoria

La crisis haitiana no es solo política y de seguridad: el declive de servicios básicos, la inseguridad alimentaria y la migración son dramáticos. Agencias como el Programa Mundial de Alimentos advierten que millones están al borde de la hambruna.
Se estima también que las bandas tienen mucho que ver con el bloqueo de rutas de ayuda y el cierre de accesos clave. Más allá del país, la vecina República Dominicana ha visto un aumento de retornos y deportaciones debido al deterioro de la situación al otro lado de la frontera.
El proceso electoral planificado se da en medio de este panorama de emergencia: millones de personas desplazadas, servicios públicos colapsados y un Estado que lucha por imponer su autoridad.

¿Puede la ruta electoral marcar un cambio real?

La hoja de ruta electoral es un rayo de esperanza, pero se enfrenta a obstáculos enormes, la seguridad es frágil y la violencia puede torpedear todo el proceso; las infraestructuras electorales (centros de votación, registro, logística) requerirán apoyo técnico y recursos importantes; la credibilidad del proceso estará en entredicho si las bandas influyen o boicotean, además de que la comunidad internacional y los donantes tendrán un papel clave para asegurar que la transición sea inclusiva y segura.

Si este proceso se lleva adelante con garantías mínimas, podría ser un paso importante hacia la normalización democrática. Pero el margen de error es mínimo: si el caos prevalece, el riesgo de implosión institucional será aún mayor.


Haití entre la esperanza y la fragilidad

Haití está en una encrucijada. Por un lado, la convocatoria de elecciones en 2026 abre una posibilidad de cambio tras años de parálisis. Por otro, la violencia, el desplazamiento masivo, el control territorial de bandas y el derrumbe estatal hacen que cualquier avance esté en riesgo permanente.

Para las próximas semanas y meses será clave observar cómo evoluciona la situación de seguridad, cómo se prepara la infraestructura electoral, y qué papel juegan los actores internacionales. En un país que lleva mucho tiempo esperando un nuevo capítulo, la pregunta es si ese capítulo estará marcado por la esperanza o por la continuación de la crisis.

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