Santo
Domingo.- La
misma historia se repite en cada reforma fiscal, con la preocupación por
posibles aumentos de impuestos a sectores que producen bebidas de consumo
masivo, tanto alcohólicas como no alcohólicas.
La dinámica económica y social que generan ambos sectores productivos están representadas en 150 mil empleos directos e indirectos entonces es propiciar aumentar la producción, la capacidad laboral y la inversión en cadenas de distribución a nivel nacional.
Nuestro objetivo es lograr que el
gobierno aumente la recaudación a través de la aplicación de la reforma fiscal,
que es necesaria por diversas razones, ya que hemos estado posponiendo estos
ajustes a la economía dominicana. Es importante que entiendan que la
preservación de empleos y la estabilidad de precios también son fundamentales.
La pregunta es sencilla: ¿sacrificar
empleos y provocar un aumento de precios en productos de consumo masivo, que
son parte fundamental de la alimentación diaria de niños, adolescentes,
jóvenes, adultos y envejecientes en zonas rurales y urbanas, es la forma más
sencilla de aumentar la recaudación? Esto sería injusto y tendría efectos
negativos en estos segmentos de la población.
Las empresas que producen bebidas no
alcohólicas tienen en su cartera productos como agua, jugos de frutas, jugos de
vegetales, maltas, entre otros, que cumplen con diferentes certificaciones de
calidad a nivel nacional e internacional, al igual que las empresas de bebidas
alcohólicas.
Según datos de diversos expertos,
estudios y organismos estatales, la evasión fiscal llega hasta o
sobrepasa el 40%, lo mismo que la informalidad en el mismo porcentaje, lo
que representa un desafío para mejorar la eficiencia gubernamental.
En esta propuesta de reforma fiscal, se
puede desmontar ciertos privilegios o exenciones a sectores que ya han obtenido
beneficios de estas iniciativas y que deben ser más eficientes sin estos
privilegios.
En la actualidad, al visitar
supermercados, colmados, mercados y restaurantes, se percibe la frustración en
cada rostro al ver que el dinero no alcanza para satisfacer las necesidades
básicas, especialmente en sectores sociales vulnerables.
No podemos ignorar la desconfianza de
los ciudadanos en consumir agua del acueducto por diferentes factores, ni la
falta de políticas públicas que promuevan la conciencia ciudadana sobre el buen
manejo de los alimentos y una buena nutrición.
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