Analistas advierten que su surgimiento podría alterar el tablero político de cara a los comicios de 2028.
Por Vianelo Perdomo
Santo Domingo.- En un escenario político cada vez más fragmentado y saturado de discursos repetitivos, surge Objetivo 28, un proyecto político-electoral que, aunque aún en formación, comienza a captar la atención de observadores, estrategas y líderes de opinión por su estructura flexible, su discurso de renovación y su aparente capacidad para articular sectores sociales desconectados de los partidos tradicionales.
Lejos de presentarse como un movimiento improvisado, Objetivo 28 parece apostar por una estrategia de construcción progresiva, basada en la organización territorial, la incidencia comunitaria y la creación de una identidad política propia, alejada de los clásicos modelos de militancia vertical y caudillista.
El nombre no es casual: “28” hace referencia al año 2028, cuando República Dominicana celebrará sus próximas elecciones presidenciales y congresuales. Desde ya, sus promotores definen el proyecto como una “plataforma de articulación social y política con vocación de poder”, orientada a la formación de cuadros, la capacitación ciudadana y la participación en procesos electorales locales y nacionales.
Un nuevo tipo de actor político
De acuerdo con fuentes consultadas, el grupo está conformado por dirigentes comunitarios, profesionales jóvenes, empresarios emergentes, comunicadores y figuras de la sociedad civil que comparten una visión común: la necesidad de reformular la manera en que se hace política en el país.
“Objetivo 28 no nace de la coyuntura, sino de la convicción de que es posible construir una fuerza política moderna, ética y funcional, que piense el país más allá de la inmediatez electoral”, explicó uno de sus coordinadores nacionales bajo condición de anonimato, dado que el proceso de conformación aún está en fase organizativa.
El planteamiento central del proyecto se resume en tres ejes: educación política, transparencia institucional y desarrollo económico sostenible. En este sentido, buscan conectar con un electorado cansado de la polarización y de las promesas incumplidas.
Ecos y reacciones en el entorno político
Aunque todavía no se han definido liderazgos visibles ni estructuras formalmente registradas, Objetivo 28 ya comienza a generar comentarios en los entornos partidarios. Algunos estrategas lo ven como una potencial cantera de alianzas futuras, mientras otros lo perciben como una amenaza silenciosa para las fuerzas tradicionales, especialmente si logra penetrar el voto joven y urbano.
“El país vive un momento de reacomodo político. Los partidos tradicionales enfrentan desgaste y los nuevos movimientos aún no consolidan identidad. En ese contexto, proyectos como Objetivo 28 pueden convertirse en bisagra electoral o incluso en fuerza decisiva”, sostuvo el analista político y sociólogo Carlos Manuel Peña durante una conversación con el autor de esta crónica.
Peña agregó que el principal desafío de este tipo de iniciativas es pasar del discurso al territorio, es decir, traducir la idea de renovación en estructuras reales con capacidad de movilización y representación.
Una propuesta en construcción
En sus primeras apariciones públicas, los promotores de Objetivo 28 han destacado la importancia de formar liderazgos comunitarios, impulsar proyectos de emprendimiento social y crear espacios de diálogo intergeneracional. También han manifestado su intención de incidir en la agenda nacional mediante foros, seminarios y observatorios ciudadanos.
“El país necesita repensar su democracia desde la ciudadanía, no desde las cúpulas”, se escucha decir en uno de los materiales audiovisuales difundidos en sus redes. Esa narrativa de empoderamiento ciudadano y responsabilidad colectiva parece ser uno de los pilares que buscan diferenciar a Objetivo 28 de las ofertas existentes.
Una composición política diversa y poco común
Uno de los rasgos que más llama la atención de Objetivo 28 es la diversidad de su composición interna. A diferencia de otros movimientos de reciente creación, este proyecto integra exfuncionarios gubernamentales, antiguos legisladores y actuales congresistas, así como exalcaldes y alcaldes en funciones, quienes han decidido unirse a una propuesta que se define como plural, abierta y de largo alcance.
Además, dentro de sus filas se encuentran líderes y dirigentes provenientes de las direcciones políticas del PRM, Fuerza del Pueblo, PLD, PRSC, PRD y otras organizaciones, lo que refleja una amplitud de visiones y experiencias políticas poco común en la actual dinámica nacional.
Pero quizás su mayor fortaleza radica en otro aspecto: la incorporación de personalidades procedentes de sectores comunitarios, deportivos, económicos, comerciales, empresariales e industriales que nunca han tenido vínculo político-partidario alguno. Su presencia otorga al movimiento una dimensión social inédita, capaz de conectar con segmentos históricamente distantes de la política formal.
Según una fuente cercana a los mentores del proyecto, “Objetivo 28 busca unir experiencia y novedad. Es una apuesta por la convergencia de quienes han servido desde la política y quienes nunca quisieron hacer política, pero sí quieren transformar su entorno”.
Otra fuente añadió que “la meta no es crear otro partido, sino construir una fuerza social organizada que, si el país lo demanda, esté preparada para competir en cualquier escenario electoral”.
De acuerdo con observadores, esta convergencia de actores experimentados y nuevos liderazgos pretende construir un modelo de gestión política más técnico, ético y participativo, que priorice la formación, la eficiencia y la inclusión sobre la propaganda.
Mirando hacia 2028
Aunque su consolidación aún depende de factores internos —liderazgo, cohesión, financiamiento y estrategia comunicacional—, Objetivo 28 podría transformarse en un actor determinante en la configuración del mapa político nacional, especialmente si logra conectar con los votantes que hoy no se sienten representados.
De mantenerse la tendencia actual, en los próximos meses podría definirse si este movimiento se convierte en una plataforma cívico-partidaria con vocación de poder, o si quedará como uno más de los experimentos que no lograron traducir su potencial en resultados concretos.
Lo cierto es que, en un país donde la política se reinventa cada cuatro años, el surgimiento de nuevas fuerzas como Objetivo 28 marca una señal clara: la sociedad dominicana busca nuevas respuestas, y el 2028 podría ser el punto de inflexión.


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